martes, 21 de julio de 2015

20 DE JULIO


Antecedentes del 20 de julio

              

El glorioso 20 de julio de 1810 no fue hecho casual y aislado, sino culminación de una serie de anhelos, acontecimientos y esfuerzos por la liberación del yugo colonial. Tan accidental y espontánea como parezca la chispa del florero de Llorente, mucho venía de atrás.

De la revolución traicionada de los Comuneros, de las cabezas segadas de José Antonio Galán y sus compañeros de heroica aventura, del grito de Manuela Beltrán contra los impuestos abusivos y las exacciones del estanco del tabaco, del Memorial de Agravios de Camilo Torres en nombre del Ayuntamiento de Santafé, de la traducción y publicación de los Derechos del Hombre por el Precursor de la Independencia, Antonio Nariño. Una serie de causas había concurrido a fermentar el descontento, inicialmente de cautas expresiones, después explosivas.

Además de sucesos reiterados y de la fatiga por la larga opresión de las autoridades locales, de la explotación del indio, del saqueo de las riquezas naturales y del cerramiento monopolista al mundo exterior, la invasión de la Metrópoli por las tropas de Napoleón y el entronizamiento de su hermano José Bonaparte como rey de España repercutieron fuertemente en las colonias de ultramar. No menos los escándalos y la ineptitud del monarca español Carlos IV, unidos a los amoríos de la reina María Luisa con el odiado y todopoderoso valido Manuel Godoy. Cuáles serían las circunstancias lo demuestra la cándida adhesión de los pueblos hispanoamericanos a Fernando, el heredero del trono, quien luego, al ocuparlo, desataría tremenda carnicería contra quienes, tras ser sus partidarios y sostenedores, enarbolaron las banderas de la libertad y la emancipación.

En la Península se procuró llenar el vacío del Monarca, apresado por las tropas francesas, con instituciones como la Junta Central de Sevilla, en la cual se abrió cupo de nueve representantes a las colonias americanas, en contraste con los treinta y seis de las provincias continentales, dos por cada una. Tal fue la ocasión para el sólido, persuasivo y contundente memorial de Camilo Torres. La tesis central partía de la base de que América y España eran partes integrantes y constituyentes de la monarquía española y, de consiguiente, se imponía la reciprocidad e igualdad de derechos. "¡Igualdad! ¡Santo derecho de la igualdad! ¡Justicia que estriba en esto y en dar a cada uno lo que es suyo". No prosperó la solicitud encarecida, pero quedó a la posteridad ese documento magistral, como constancia histórica y principio de lo que habría de precipitarse en el alma de las gentes y en las irrupciones multitudinarias.

El 10 de julio de 1810 protagonizarían los habitantes del Socorro una revuelta triunfante contra su detestado corregidor Juan Valdés. Conviene anotar que en la región nunca se apagó el resentimiento por la represión a los Comuneros y que la existencia de numerosos telares en la entonces próspera villa le permitía manifestar rápida y multitudinariamente la inconformidad en la plaza pública. Esta vez sucedió que la fusilería disparada desde el cuartel ocasionara la muerte de ocho parroquianos y despertara la ira de una muchedumbre que se lanzó a la calle, apresara al Corregidor y acabara constituyendo, a través del Cabildo, gobierno provincial de Socorro, en ejercicio popular de "los derechos sagrados e imprescriptibles del hombre".

Comenta Manuel José Forero en el tomo V de la Historia extensa de Colombia: El espíritu provincial manifestado por Quito en la insurrección del 10 de agosto de 1809 produjo en el Socorro resultado semejante: permitir a los miembros del Cabildo reasumir la soberanía detentada tradicionalmente por el ánimo dominador de los peninsulares y erigir un gobierno propio, capaz de sostener la corona de Fernando y de entrar en relaciones de carácter general con las restantes provincias de la Nueva Granada".



Otra vez quedaba abierto el camino de la insurrección. Un nuevo paso se daba en la búsqueda confusa de la liberación y la plena independencia. Los futuros mártires irían realizando sus sueños e inadvertidamente cavando sus tumbas.

 
    

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